jueves, 21 de noviembre de 2013

Con tu sonrisa te has llevado la nuestra


     Hay voces impostadas y voces naturales. 
     La de Marta era natural porque esa dulzura, esa paz y esa delicadeza salían de una mujer que era eso. 
     Siempre te tuve como ejemplo porque nos enamorabas a todos con tu calidez. Siempre una palabra de aliento, siempre un gesto amable, siempre tu contagiosa bondad. Siempre Marta.

     Te he hecho llorar, reír (tu risa era única), emocionarte, cantar... y hemos llorado, reído, emocionado y cantado juntos. Era nuestro juego en el atril. Y luego, entre cafés, esperas y despedidas, hemos compartido vivencias e ilusiones.

     No olvidaré los ánimos que me has dado en este mundo de locos en el que me ha dado por pasar por la cuerda floja. Tu constante interés por mis historias de teatro, por mis películas.

     Y esa mirada tuya, penetrante, que preguntaba sin preguntar, que acompañaba al “¿Cómo estás?” de tu preciosa voz, con la pausa y la fijeza de quien se interesa realmente. Eso es algo que has dejado grabado en mi alma y que siempre recordaré. 

     Ahora entiendo que me dijeses la última vez “Bueno,... no muy bien, pero se pasará”. No se pasó, Marta, y nos ha separado. A mi y a mis compañeros. 

     Por eso no quiero pensar en la muerte, quiero pensar en la vida. En la vida que nos diste, lo que nos hiciste disfrutar y lo que aprendimos de ti. Tanto como persona como profesionalmente. 

     Descansa en paz, compañera, descansa en paz, amiga.

     Descansa en paz, Marta García.


martes, 12 de noviembre de 2013

Lo que esconden las nubes



     Las nubes, como el alma humana ocultan un cielo azul plagado de universos desconocidos. Tanto si las miras desde abajo, como si las miras desde arriba. Desde su liviano aspecto de algodón, sólo penetrable tras empaparse con su neblina, guardan los misterios más sorprendentes.
     La experiencia te hace conocer el efecto de esas nubes por su aspecto, su movimiento, su color. Aunque a veces un cirro se convierta en un cúmulo y veas cómo una grácil pincelada blanca se convierte en una tormentosa masa gris.
     Así pasa con el alma humana. Suaves y delicadas formas cobijan los sentimientos más dispares, en ocasiones ni conocidos por esas mentes, en su delicado y etéreo vuelo.
     He conocido personas que defendían el altruismo a ultranza (curiosa aliteración), atacando incluso a quien obtenía beneficio de una actividad lúdica. Eres actor, pero, ¿en qué trabajas? Y he visto cómo olvidaban sus soflamas cuando, en un espasmódico movimiento, el viento cambiaba su dirección y les permitía para sacar unos cuartos de ese hecho. De estratos a estratocúmulos.
     También he observado humanos humillados (otra aliteración) que sufrían los embates del mar de la injusticia en sus inicios y, una vez sobre tierra, sobrevolando paisajes más calmos y confortables, acometían contra otros en un alarde de majestuosidad indiferente.  Los cúmulos convertidos en cumulonimbos desatando rayos y truenos en pos de la lluvia.
     He visto a los que, a modo de estratos, planeaban plácidamente (no podía faltar la paronomasia) sin la ampulosidad de los que ocultan el sol, con el recato de quien se alza a baja altura. Sin embargo, un cambio de presión los eleva y, puesto que su visión cambia, miran altivamente a quienes se encuentran por debajo.
     Luego están los que menosprecian a las nubes menores, quienes creen ser autosuficientes, quienes temen viajar con nubes grises o de sutil aspecto por temor a ser contaminados, quienes encuentran su acomodo entre las montañas, quienes se acoplan a otras nubes hasta crecer y después recelan de las nubes que se acercan a otras…
     Y, por supuesto, también conozco muchas nubes que, con la mayor naturalidad, surcan el firmamento en total armonía y ofreciendo belleza con su paso.
 
     En fin, cada cual que busque su lugar en el cielo.