lunes, 20 de mayo de 2013

Ese niño cabezota


     Lo de ser cabezota no se aprende, yo creo que siempre lo he sido. Dicen que es porque soy tauro, pero yo creo que es porque soy torpe y cuando consigo subirme en el burro no hay quien me apee. Ya me lo decía mi madre cuando subía y bajaba las escaleras a todo correr: "te has empeñado y algún día sacas la cabeza por la ventana". La ventana era una que había hacia la mitad de la escalera. Gracias a mi insistencia comprobé que los cristales también se pueden atravesar. Se quedan hechos añicos, pero atravesarlos, se atraviesan. Os lo aseguro con conocimiento de causa.

     Y esa cabezonería me ha acompañado toda la vida.

     Recuerdo algo que me ocurrió en 5º de EGB (en mis tiempos no había... ESO). A mi me daba por comprender las cosas más que por estudiarlas sin más; como ya he dicho antes, debido a mi torpeza e inutilidad como memorizador. Y así aprendí el tema de la electricidad. Aquello de que pasaban electrones de un átomo a otro y de ese modo se producía la corriente eléctrica. Según el libro de texto que utilizábamos en aquel curso, la corriente pasaba del polo positivo al negativo. Craso error el de aquel libro. No por el dato equivocado, sino por haberse puesto delante de mí. Porque yo no me iba a conformar. Y así se lo hice saber a mi profesora doña Ele (el nombre era más feo que ella, porque era mi amor platónico, como suele pasar con las profesoras). Le argumenté que si la corriente eléctrica eran electrones, éstos debían salir expulsados de donde había exceso de ellos, o sea, del polo negativo. Como puede deducirse, yo no era nadie para cambiar algo que aparecía en el libro. Así que me tenía que resignar. Pero eso no iba conmigo.

     Y apareció la preguntita de marras en un examen. 

     Ni corto ni perezoso, ni conforme y cabezón, mi contestación fue "El libro dice que la corriente eléctrica sale del polo positivo hacia el polo negativo. Pero está mal. Lo cierto es que salen del polo negativo en dirección al polo positivo."  Y la señorita Ele me calificó con un 4,5 a pesar de haber contestado correctamente a las demás preguntas.

     Pude ratificar, años después, que mi hipótesis era la correcta. Lástima no haber tenido Internet por aquel entonces.

     Pero suspendí aquel examen. Y me traumatizó hasta tal punto que, aún hoy, mi cabezonería me hace pensar que lo más importante es tener fe en los propios conceptos e ideas

     Gracias, doña Ele.
     




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