viernes, 15 de marzo de 2013

Galopar por la fantasía



     Fabricando sueños con una caja de cartón llegué a tocar el cielo con sólo el corazón. Se necesita tan poco que nunca necesité más. Ni busqué riquezas ni pensé que las pudiera tener. Únicamente deseé seguir haciendo fantasías que sólo precisasen de cerrar los ojos.

     Quizá es la suerte de haber tenido una infancia feliz de la que soy más consciente ahora. Quizá fue la necesidad de agudizar el ingenio cuando la escasez me impedía tener, no ya lujos, sino la mayoría de capichos de niño. Así me construí un magnífico megáfono de cartón para anunciar mis espectáculos a los vecinos del barrio. 

     También intenté volar como Superman con una cuerda atada al pomo de una puerta al final de una escalera. Lo que me costó un buen batacazo al caer rodando cuando se partió la cuerda. Sé que aquello salió mal por no llevar el uniforme adecuado, pero no había dinero para ello. De haber tenido el calzoncillo rojo y la malla azul no se me hubiera quedado la marca en el cuello donde iba sujeta la cuerda. Para ser Superman hacía falta una inversión en el traje y eso era imposible. Así que, no pude salvar a nadie.

     Creo que tampoco estuve especialmente dotado para el patinaje, porque no pasé de hacer mis piruetas (poco artísticas, todo hay que decirlo) por el pasillo y salón de mi casa. Tal vez me hubiesen venido bien unos patines, pero me tuve que conformar con las mopas que nos daba mi madre y con las que envolvíamos nuestros pies. Eso sí, el pasillo aún conserva el brillo que le sacamos con tanta pasada.

     La equitación fue otra de mis aficiones que compartí con mi hermana. Todavía no sé quién nos compró el caballo, pero sin duda era un buen corcel y realizamos grandes galopadas con él. Furia se llamaba. Mi madre creía que era un cesto de la ropa, pero yo me las ingenié para convencer a mi hermana de que aquel caballo tan dócil era un pura sangre cuando lo arrastraba de un lado a otro de la casa con ella montada en su cuadrada grupa.

     De no haber sido por todos estos lujos que disfruté en mi infancia, ahora no podría ver crecer un árbol de cualquier semilla. No todo el mundo ha tenido esta suerte.





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