miércoles, 20 de marzo de 2013

Cargarse las carteleras


     De vez en cuando me gusta indagar en esas frases hechas o en esos dichos que se convierten en un significado en sí mismos, pero que tuvieron su origen en un hecho o una circunstancia y a fuer de ser usados forman parte de nuestras expresiones coloquiales.
     Como primera incursión a la búsqueda de orígenes de estos latiguillos, me viene hoy a la mente un dicho que oí muchas veces en mi pueblo, Borox. Sí, de allí era ese señor al que le encargaban todo lo que los demás no querían hacer, o sea, el padre de Domingo Ortega. Por eso el hijo nació allí también.

     Pero no era esa la muletilla a la que quería hacer alusión, aunque Domingo Ortega, como buen torero, fuese diestro en el uso de muletas y muletillas. Y diestro profesional. No sigo, que me lío.

     Como decía, de niño oí muchas veces la expresión "te vas a cargar las carteleras" que venía a ser una mezcla de "se está rifando una torta y llevas todas las papeletas", "te vas a cargar el muerto" o "van a pagar justos por pecadores". 
     Pues resulta que en mi pueblo toledano había un cine, el Cine de Redín lo llamábamos, pero no tenía rótulo que así lo atestiguase, se llamaba así y ya está. Sobrio, como el espíritu castellano, por no tener no tenía ni marquesina para el anuncio de las películas. Taquilla sí, eso sí tenía. Era una ventanita en el muro de ladrillos y barro con una portezuela de madera. 
     Como sistema publicitario, se colgaba en la fachada un bastidor de madera donde se insertaban las cartelas que representaban fotogramas de la películas a exhibir. Aquellas cartelas eran un trozo de cartón que llevaba unos ojales de metal en las esquinas. A veces se colgaban de unos clavitos por los ojales, y cuando no tenían ojales, se insertaban en unos canales que llevaba el bastidor hasta crear un collage fotográfico de la película. 
     Todo este artilugio se colgaba en la pared por medio de un enorme clavo que, a fuerza de ponerlo y quitarlo, había creado un agujero tan holgado en el muro que difícilmente mantenía el equilibrio de todo el conjunto carteleril. Clavo, bastidor y cartelas eran lo que formaba las carteleras.

     Los muchachos tenían la costumbre de toquetear, cuando no lanzar algún elemento sólido, a las mencionadas carteleras. Aquello iba perdiendo por momentos su estabilidad, hasta que pasaba algún incauto en el momento justo en que aquello se descolgaba con aparatoso estrépito. Solía ser el más inocente, porque los espabilados ya se ocupaban de no acercarse en el momento trágico, y ese era el que, a ojos de todos, "se había cargado las carteleras" con la consiguiente regañina y capón por su travesura.

     De esto saco una conclusión: "cuando las carteleras veas temblar, aléjate, porque te las vas a cargar".



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