sábado, 27 de octubre de 2012

¡Empieza la función!



   Te pasas media la vida intentando demostrar que sabes hacer algo y, de pronto, descubres que es una pérdida de tiempo. Da igual lo que sepas hacer; siempre te va a pillar con el “paso cambiado”. 
     
   Y rectificas, cambias el paso, esperando adaptarte al paso común. Hasta que te das cuenta de que eso sólo frena tu caminar. Además no tiene sentido perder el tiempo justificando tus éxitos o tus fracasos. Sólo tú tienes el secreto de cómo hacer las cosas. 
 Entonces decides seguir tu ritmo, no aceptar imposiciones ni que muevan tus hilos. Y te conviertes en asocial. Sí, puede ser. O quizá es que has decidido comer sólo lo que te apetece. Ya no hay ritmos que seguir ni pautas que obedecer. 

   Piensas que nadie sigue tu compás, y no es cierto. Lo siguen los mismos que lo han seguido siempre, los que caminan a tu lado y no fuerzan tus pisadas. 
   Es cuando observas el lastre que has soltado, y, ligero de carga, ves como el horizonte se acerca sin esfuerzos extremos. 

   Es difícil pensar en uno mismo cuando has dedicado tanto tiempo en pensar principalmente en los demás. Pero, de tanto hacerlo, has dejado olvidado a tu “yo”. Así que, la única cura es hacerte el mejor regalo: el de tu propia vida. Dejar de poner en riesgo tu propio papel para servir el texto a los demás. 

   ¡Que suba el telón y protagonicemos nuestra propia función!