sábado, 15 de enero de 2011

"Te prohibo que me obligues"



     Este es el argumento que están utilizando últimamente nuestros políticos y "salvadores de almas". Parece que algunos obligamos a otros con nuestras costumbres. Tan incongruente como el luchar contra una dictadura imponiendo otra. Y no se me asusten con la comparación, pero el fundamento es muy parecido: limitar libertades individuales y controlar al vulgo en pro de un, tramposamente llamado, bien común.

     Se nos prohíbe aparcar cada vez en más sitios sin antes pagar una cuota; cuando el impuesto de circulación es justamente eso, un impuesto que se abona por el espacio que el vehículo utiliza de la vía pública. ¿Sólo sirve para cuando está en marcha? (Y cada vez menos, con las carreteras de peaje).

     Se prohíben las corridas de toros en defensa del rumiante. ¿Alguien le ha preguntado al astado? ¿Alguien se ha planteado realmente las consecuencias ecológicas, sociales e incluso laborales de esta decisión? Por poner un ejemplo, las dehesas donde se crían los toros de lidia forman un rico ecosistema donde conviven vegetación, y animales que no sería posible sin el sustento económico que esta industria les aporta. Prueben a eliminar las águilas para defender a las gallinas que habitan pacíficamente en la granja; verán cómo el problema pasa a ser la proliferación de ratones.

     Se nos prohíbe fumar en defensa de los fumadores pasivos e incluso de nosotros mismos. Nosotros mismos ya somos mayorcitos y sabemos lo que hacemos. Y a los fumadores pasivos hay otra forma de defenderles que no pase por coartar las libertades de otros. Por otra parte, ¿sólo hay fumadores pasivos? ¿Y qué hay de los borrachos pasivos, o los "dueñosdeperros" pasivos o los enfermos pasivos, o los malos conductores pasivos? A mi me molesta que un tipo o una tipa apestando a alcohol me dé la brasa. Me tengo que aguantar cuando piso una de las innumerables cacas de cánido. Me juego el tipo cuando un enfermo me exhala sus virus a escasos centímetros en el metro, y expongo mi la vida en la carretera por culpa de algún conductor inconsciente no tiene en cuenta que otros también utilizamos la vía pública. Pero en este caso es preferible cobrar por un exceso de velocidad que reprender por un uso inadecuado de los carriles viales.

     Se nos eliminan letras que son nuestras, e incluso se están planteando suprimir la ñ porque no aparece en los teclados ingleses. ¿Dónde vamos a vivir, en Espana? ¿Nos vamos a felicitar el ano nuevo? (Esto tiene su lógica, por todo lo que nos dan por él). ¿Cómo diferenciaremos el sexo femenino de la figura geométrica? ¡Que no, cono, que no!

     Y ahora, amén de cientos de prohibiciones más que surgen cada día, se plantean prohibir el doblaje de películas. En defensa de no sé qué cultura que debe de ser más importante que la propia. Se achaca el desconocimiento de idiomas a la costumbre de ver películas dobladas, se acusa al doblaje de desvirtuar la obra original, se culpa al doblaje de la mala marcha del cine español (¿o será espanol?), se tilda al doblaje de invento franquista... Vayamos por partes y lo más brevemente posible:
-El desconocimiento de idiomas sólo es el resultado de un mal sistema educativo. Y no olvidemos que hay muchos más idiomas que el inglés. ¿Aprenderemos cantonés o kazajo?
-El cine es un arte que "desvirtúa" el sonido real, la iluminación real, la personalidad del intérprete, e incluso el guión original, para conseguir un producto digerible y atractivo para que el público pague su entrada y disfrute de él. ¿Es menos desvirtuación impostar unas letras bailarinas sobre una imagen perfectamente estudiada por el director?
-Si el cine español va mal, dejen de mirarse el ombligo y reconozcan las auténcias causas. ¿Si una tienda va mal, hay que cerrar todas las que están a su alrededor? Quizá es que no tenga unos productos que interesen a sus potenciales clientes.
-En cuanto a lo del invento franquista, sólo tiene un argumento: Es MENTIRA. Si el régimen lo utilizó como arma de censura es otro cantar, pero ese no es el propósito para el que se inventó el doblaje. La televisión, la radio y los libros también sufrieron la censura y nadie se plantea que fuesen inventos franquistas.

     Así que, ni yo quiero obligar a nada, ni quiero que me prohíban más.

jueves, 6 de enero de 2011

El pozo de la sabiduría


     Ya podríamos buscar por los parajes más lejanos y recónditos, que difícilmente encontraríamos unos exponentes más claros de ello que algunas personas que tenemos muy cerca de nosotros. "Viejos" les dicen. Yo los llamo "mayores", porque así es su saber: mayor.

     Esta sociedad de las prisas, la innovación y el cambio parece relegarlos a meros objetos de coleccionismo. Su antigüedad los incapacita para su uso y, a lo sumo, los exponen en vitrinas como retazos del pasado. Nuestros mayores no son personas de otro tiempo, son maestros del presente, y si supiésemos escuchar sus enseñanzas disfrutaríamos del valioso tesoro que nos ofrecen.

     Hace unos días, trabajando con uno de esos veteranos de mi profesión, se me abrían las carnes al oírle decir "perdóname, Eduardo, soy muy lento y te estoy retrasando".¡No, maestro, no! Tu haces tu trabajo como debes. Soy yo quien debe estar agradecido y me siento honrado de trabajar a tu lado.
     No es justo hacerles sentir incompetentes para un trabajo por el que han entregado la mayor parte de su vida. Ellos son los que tienen el conocimiento y es el método actual el que debe adaptarse a ellos para que sigan aportando su experiencia y su saber. Respeto, sí, y mucho, por estas personas que han hecho grande mi profesión. Y es inmoral postergarlos. Siempre que ellos lo deseen, puesto que el descanso se lo han merecido, debemos hacer que el nuevo sistema de trabajo los admita no como uno más, sino como lo que son: instituciones vivas. Los madrugones, las prisas, las exigencias, las incomodidades, y demás, que se queden para los demás. Pero ellos merecen un mínimo de consideración.

     Sigo abriéndoles las puertas, cediéndoles el asiento, doy las gracias cada día por poder contar con ellos y les tengo un respeto reverencial por todo lo que nos aportan, como personas válidas, como profesionales irrepetibles, como POZO DE SABIDURÍA.